Preparar un té para una persona enferma realmente logra que se sienta mejor y la cena es más rica si los comensales sienten que se hizo con amor. Esto se debe a que las experiencias de las personas cambian cuando perciben que algo se preparó con afecto. Kurt Gray, psicólogo de la Universidad de Maryland en EUA, condujo la investigación donde encontraron que la forma en que interpretamos las intenciones de otra persona cambia nuestra experiencia física del mundo. Parece que usamos las intenciones de los otros como una guía para nuestra experiencia física básica.
En un primer experimento los investigadores examinaron el dolor; tres grupos de voluntarios recibieron un pequeño shock eléctrico en la mano en distintas circunstancias: un grupo creyó que su pareja no se daba cuenta de lo que pasaba, el segundo fue instado a creer que sufría ese dolor por pura malicia, y el tercero creyó que otra personas le generaba el dolor para beneficiarlo, es decir para que ganara algo de dinero, estos últimos voluntarios experimentaron mucho menos dolor.
En el segundo experimento pusieron a prueba el placer; los voluntarios se sentaron en una silla masajeadora que prendía una computadora o su pareja. Los masajes eran exactamente iguales pero el Dr. Gray encontró que los que brindaba la pareja generaban mucho más placer. Finalmente, en un tercer experimento el experto examinó el gusto de la comida. Cada participante recibió una golosina que podía tener una nota amable u otra indiferente. Y resultó que cuando la nota era afectuosa los voluntarios sentían que la golosina era más rica y más dulce.
Los resultados confirman que las buenas intenciones pueden aliviar el dolor, aumentar el placer y hacer que las comidas tengan un mejor sabor, asegura el Dr. Gray, afirmando que su estudio es una reivindicación del poder de las buenas intenciones.
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